Querida persona desconocida, ha pasado lo más raro: una perra se ha refugiado en nuestra cabaña. Es delgada y joven, como nosotros, de raza parecida a un pastor alemán o algo así. Se quedó afuera llorando a ladridos para entrar. Sargento Mamá le abrió la puerta pero se quedó que si se venía o se iba. Sé que su cabeza estaba adivinando si éramos malos.
Un relámpago la convenció para entrar.
Sargento Mamá le dejó acurrucarse en una esquina pero,
cuando cerramos la puerta, la perra quiso irse de nuevo.
Sargento Mamá entonces abrió y la perra se quedó como dudando si irse o quedarse.
No es raro. ¡Podíamos ser orcos!
Quiero decir, ¿quién lo sabe?
Así que al final aceptó que la puerta se quedara cerrada.
Es así, hasta las perras lo deben saber:
no se puede quedar la puerta
Yo querría jugar con ella, pero Andrea y Carlos son los únicos a los que deja acercarse. ¿Es que huelo a orco?