Año 881, Primavera, día 85
Me siento poético hoy y es por el aburrimiento. Ayer llegamos a una casa de diligencias al borde del bosque viejo. Sirve para que los viajeros puedan descansar y es parecido a una posada solo que está amurallada, como si fuera un pequeño castillo. Dicen que es por los vampiros, perdón, por los bandidos, era una broma.
Cuando entré temí que me encerraran, pero no, he dormido con los sirvientes de aquí, en la habitación de los chicos. Uno es medio goblin, y se le nota porque es un poco feo de nariz y saltón de ojos, un poquito sapo, pero es simpático, me cae bien. No te digo su nombre porque no nos volveremos a ver nunca. A ver, mañana tenemos que salir y si no nos hemos ido hoy es porque ayer la rueda de la diligencia iba mal y cuando llegamos y la intentaron reparar se acabó de romper. Luego fueron a cambiarla por una que tenían aquí, en la casa de diligencias, pero no entraba muy bien, así que el cochero y la cochera capitana se han pasado el día trabajando.
Hasta pasó una cosa muy rara, que te tengo que contar por difícil que sea de creer. Como no tenía mucho que hacer me puse a pasear por la entrada, que estaba abierta. Y como nadie me dijo nada, pues caminé lentamente a la salida. Y salí. Y nadie me dijo nada. Y llegué hasta el borde del bonde, justo donde los árboles esconden las montañas, y nadie me dijo nada. ¿Te imaginas que hubiera pasado si me hubiera metido dentro y no hubiera vuelto nunca? Bueno, supongo que los cazarrecompensas hubieran ido a por mí. Y entonces… menos mal que no me atrevía a hacer una cosa tan estúpida.
Pero nada de eso es lo raro que pasó.
Fui muy feliz junto al bosque.
No es lo mismo que estar junto a un árbol, o en un jardín.
Hay miles de vidas en un bosque.
Los árboles son los hermanos mayores.
Bajo ellos crecen miles de plantas que cubren el suelo, se enredan una con otras y se convierten en casas para los animales.
Me quedé sentado en el borde, y toda esa vida se acostumbró a mi, y salían como a saludarme.
¿Quién es el nuevo?
Y hasta un pájaro negro se posó en mi hombro y no hizo nada.
Y yo me sentí muy feliz, porque el mundo entero y sus preocupaciones habían muerto en ese instante.
Y eso lo cambiaba todo.
El bosque se presentaba a mi imaginación como un niño descalzo y juguetón.
Y eso que lo llaman viejo
.
A lo mejor por esta causa la gente cree en la magia, en los dioses y en los espíritus.
Mente imaginativa y bendita…
Pero… después… tuve que volver, claro. Y mañana cruzaré con la diligencia ese mismo bosque que, probablemente, nunca vuelva a ver. Nunca. Excepto en mis recuerdos, donde todo mejora y se hace más bonito.