Cartas a una persona fantástica
~
2. La Señora de Luz

Año 881, Primavera, día 81

El mundo es muy diferente a lo que me había imaginado. Pensaba que las carreteras eran como calles sin casas, pero hay muchas más sorpresas como que pases dentro de un bosque y todo se oscurezca de repente o veas pasar un halcón azul —aunque no son azules de verdad. Además nunca dejas de ver casas, solo están muchas más dispersas que en la ciudad. Ay, pero me estoy liando, pondré mis pensamientos por orden cronológico.

No voy a hablar de la despedida, que fue muy triste. Empezaré entonces cuando entré en la diligencia. Sí, entré dentro, la Universidad pagó un billete normal para mi, lo que voy a considerar una amabilidad por su parte. Lo malo es que todos el resto de los pasajeros de adentro eran gente libre, así que me puse un poco nervioso por si acaso me descubrían. Bueno, eran una estudiante, un comerciante, una pareja de recién casados y una sacerdotisa de la Señora de Luz. Estando tanto tiempo juntos en un sitio tan pequeño era obligatorio que habláramos así que les dije un poco de la verdad, que iba de camino a Almas para prepararme para la Universidad. Como no tengo ropa de rico se quedaron mirando con caras de incrédulos pero no me preguntaron más. Supongo que pensarían que iba a trabajar de aprendiz en algún sitio y me daba vergüenza reconocerlo. Bueno, vale, estaba mintiendo mucho, pero lo peor es que cuando les reconocí la verdad pensaron que estaba de broma. Nada de particular.

El santuario

Llegando la noche paramos en un santuario de la Señora de Luz que estaba a mitad de camino. En estos sitios te puedes quedar para dormir y hacer las actividades religiosas a cambio de un círculo de cobre. Es muy barato, pero mucha gente hace donativos a la diosa. Yo, no, no se me permite. Es un edificio cuadrado, rodeado de árboles y con ventanas y vanos disimulados en los altos para que entre mucha luz.

Mapa de un templo de la Señora de la Luz. Está prácticamente vacío.
Santuario de la Señora de Luz

No quería entrar porque no se me permite adorar a ningún dios pero la sacerdotisa nos invitó a todos a participar en los ritos, y cuando entraron los demás yo agaché la cabeza y me puse a disimular. —Antes estabas diciendo la verdad, ¿no? —me dijo y a mí me dieron ganas de llorar por esa cosa tan tonta así que solo asentí con un gesto y me respondió —Entra, la Señora de Luz guardará el secreto. —Esto me extrañó, porque siempre me han dicho que los dioses no quieren ser contaminados por la piel de un esclavo, pero ¿qué podía hacer?

Dentro era una habitación grande y diáfana, solo tapices en las paredes, algunas estanterías y una estatua de una mujer elfa vestida de blanco y amarillo. Me pareció increíble: hace tanto tiempo que desaparecieron los elfos y aún queda gente que adora a una de sus diosas. Luego la sacerdotisa presidió unos ritos en los que participaron todos menos yo. Quiero decir, que estaba ahí, atrás del todo pero paralizado por el miedo. Puede parecer una tontería después de que me hubieran invitado y no puedo darte una razón de mis sentimientos, solo sé que se me vino un escalofrío al pecho.

Lo más extraño de todo eran las mariposas doradas y azules que aparecían en el aire, como si fuera magia. Creía que estaba soñando, y todos los demás o no se daban cuentan o les daba igual. No es normal que hayan tantas mariposas dentro de una casa. Pero todo terminó pronto y pudimos comer y dormir. Y sí, yo también dormí muy profundamente.

Día tranquilo en Yiol

Llegando la mañana salimos con la diligencia y llegamos en medio día a Yiol. Yo me quedé ahí, en una posada de pobres, donde duermes con mucha gente en la misma habitación. Entre ellos había arrieros de mi edad y clase. Se rieron de lo poco que sabía del mundo y me contaron que hay muchos esclavos que viven solos sin los amos: pastores, pescadores, mensajeros, arrieros, claro y gente de ese estilo. Lo malo es que de vez en cuando tienen que rendir cuentas de lo hecho al amo o al capataz y ¡ay! si no has hecho lo que querían. Me pregunté si no se escaparía nadie, por supuesto, pero no se lo pregunté a ellos, hay que guardar secreto con esas cosas.

Y hoy he estado esperando todo el día sin hacer muchas cosas. Solo pasear junto al lago, comer pollo frito con miel y ser feliz, además de las usuales lentejas. Después he jugado con unos niños más pequeños porque los mayores estaban trabajando. Mañana tengo que coger otra diligencia hasta Ciguro, a través del bosque. Espero que no tengamos que luchar contra bandidos emboscados.

Hasta una nueva carta